B.- MÉTODOS DE
ENSEÑANZA.
"Para dar sagacidad a los simples, y a los
jóvenes inteligencia y cordura" Sal. 1:4.
Durante siglos la
educación ha dependido en extenso grado de la memoria. Esta facultad ha sido sobrecargada hasta lo sumo, y
no se han desarrollado paralelamente las demás facultades.
Los estudiantes han
ocupado su tiempo en almacenar trabajosamente en la memoria una cantidad de
conocimientos, muy pocos de los cuales iban a poder utilizar finalmente. El
cerebro recargado con lo que no puede digerir ni asimilar, por fin se debilita,
no puede realizar un esfuerzo vigoroso y serio, y se conforma con depender del
criterio y el discernimiento de los demás.
Al verificar los malos resultados de este método,
algunos se han ido al otro extremo. Según su parecer el hombre sólo necesita
desarrollar lo que está dentro de él. Semejante educación fomenta la presunción
en el estudiante, y lo aparta de la fuente del conocimiento y el poder verdaderos.
La educación que
consiste en adiestrar la memoria y tiende a desalentar la reflexión personal,
ejerce una influencia moral que se aprecia demasiado poco. Al renunciar el
estudiante a la facultad de razonar y juzgar por sí mismo, se incapacita para
distinguir la verdad y el error, y es fácil presa del engaño. No cuesta inducirlo a seguir la tradición y
la costumbre. 231
Es un hecho sumamente ignorado, pero no por eso menos
peligroso, que el error rara vez se presenta tal como es. Logra aceptación mezclado o ligado a la
verdad. El comer del árbol del
conocimiento del bien y del mal causó la ruina de nuestros primeros padres, y
la aceptación de una, mezcla de bien y de mal es la causa de la ruina de los
seres humanos de hoy día. La mente que
depende del criterio de otros se extraviará tarde o temprano.
La facultad de distinguir entre lo bueno y lo malo
sólo se puede obtener mediante la dependencia individual del Señor. Cada uno debe aprender por si mismo de Dios,
mediante su Palabra. Se nos dio la razón
para que la usáramos, y el Altísimo desea que lo hagamos.
"Venid.
. . y estemos a cuenta"*Isa. 1:18, nos dice. Si confiamos en él podemos tener sabiduría
para "desechar lo malo y escoger lo
bueno". *Isa. 7:15; Sant. 1:5.
EN TODA ENSEÑANZA VERDADERA, es esencial la relación
personal.
Al Enseñar, Cristo trató
individualmente con los hombres. Educó a
los doce por medio del trato y la asociación personales. Sus más preciosas instrucciones las dio en
privado, y con frecuencia a un solo oyente. Reveló sus más ricos tesoros al honorable rabino en la entrevista
nocturna celebrada en el Monte de los Olivos, y a la mujer despreciada, junto
al pozo de Sicar, porque en esos oyentes percibió un corazón sensible, una
mente abierta, un espíritu receptivo.
Ni
siquiera la muchedumbre que con tanta frecuencia seguía sus pasos era para
Cristo una masa confusa de seres humanos. Hablaba y exhortaba en forma directa a cada mente, y se dirigía a cada
corazón.
Observaba los rostros de sus
oyentes, veía cuando se iluminaban, notaba la mirada rápida y de comprensión
que revelaba el hecho de que la verdad había llegado al alma, y su corazón
vibraba en respuesta con gozosa simpatía. 232
Cristo se percataba de las posibilidades que había en
todo ser humano. No se dejaba
impresionar por una apariencia poco promisoria o un ambiente desfavorable. Llamó a Mateo cuando estaba en el banco de
los tributos, y a Pedro y sus hermanos les pidió que dejaran el bote del
pescador para que aprendieran de él.
En La Obra Educativa De Hoy se necesita prestar el
mismo interés personal y la misma atención al desarrollo individual.
Muchos jóvenes que aparentemente no son
promisorios, están ricamente dotados de talentos que no usan. Sus facultades permanecen ocultas a causa de
la falta de discernimiento de sus educadores. En más de un muchacho o una niña exteriormente tan desprovisto de
atractivos como una piedra sin pulir, se hallaría material precioso que
resistiría la prueba del calor, la tormenta y la presión.
El verdadero
educador, teniendo presente lo que pueden llegar a ser sus alumnos, reconocerá
el valor del material con el cual trabaja. Sentirá interés personal por cada
alumno y tratará de desarrollar todas sus facultades. Por imperfecto que sea, se estimulará todo
esfuerzo hecho por armonizar con los principios justos.
Se debería enseñar a cada joven la necesidad y el
poder de la Aplicación.
El éxito depende
mucho más de esto que del genio o el talento. Sin aplicación valen poco los más brillantes dones, mientras que con
esfuerzos debidamente dirigidos, las personas de habilidades naturales comunes
han hecho maravillas. Y el genio, cuyos
adelantos nos asombran, casi invariablemente va unido al esfuerzo incansable y
concentrado.
Debería enseñarse a los jóvenes a proponerse el
desarrollo de todas las facultades, tanto de las más débiles como de las más
fuertes. Muchos están inclinados a
limitar el estudio a ciertos ramos por los cuales sienten una afición
natural. Se debería evitar 233 este
error. Las aptitudes naturales indican
en qué dirección se va a orientar la obra de la vida y, cuando son legítimas,
deberían ser cuidadosamente cultivadas. Al mismo tiempo debe tenerse presente que un carácter equilibrado y un
trabajo eficiente en cualquier ramo dependen, en extenso grado, del desarrollo
simétrico que es el resultado de una educación completa.
El maestro debería tener constantemente por meta la
sencillez y la eficiencia.
Debería enseñar principalmente con
ilustraciones y, aún al tratar con alumnos mayores,
debería tener cuidado de
que todas sus explicaciones sean claras y sencillas.
Muchos alumnos de más edad son niños en
entendimiento.
El ENTUSIASMO es un
elemento importante de la obra educativa.
En cuanto a esto, la observación
hecha una vez por un celebrado actor contiene una útil sugerencia.
El arzobispo de
Canterbury le había preguntado por qué los actores al representar una comedia
impresionaban tan notablemente al auditorio al referirse a cosas imaginarias,
mientras que los ministros del Evangelio impresionaban tan poco al suyo
hablándoles de cosas reales. "Con
todo el respeto debido a vuestra eminencia -contestó el actor-, permitidme
deciros que la razón es sencilla: Es el poder del entusiasmo. Nosotros hablamos en el escenario de cosas
imaginarias como si fueran reales, y vosotros en el púlpito habláis de cosas
reales como si fuesen imaginarias".
El maestro trata en su trabajo con cosas reales, y
debería hablar de ellas con toda la fuerza y el entusiasmo que puedan inspirar
el conocimiento de su realidad e importancia.
Todo maestro debería cuidar que su trabajo tenga
resultados definidos. Antes de intentar
enseñar una materia, debería tener en mente un plan bien 234 definido, y saber
qué se propone hacer. No debería
descansar satisfecho después de la presentación de un tema hasta que el alumno
comprenda el principio que encierra, descubra su verdad y pueda expresar
claramente lo que ha aprendido.
Mientras se tenga en vista el gran propósito de la
educación, debería animarse a los jóvenes a avanzar hasta donde le permitan sus
aptitudes. Pero antes de iniciarse en
los ramos superiores de estudio, deberían dominar los inferiores. Con demasiada frecuencia se descuida
esto. Hasta entre los estudiantes de los
colegios superiores se nota gran deficiencia en el conocimiento de los ramos
comunes de la educación.
Muchos estudiantes dedican el
tiempo al estudio de las matemáticas superiores cuando son incapaces de llevar
cuentas sencillas.
Muchos estudian
declamación para ser oradores elegantes, cuando ni siquiera saben leer de
manera inteligible e impresionante.
Muchos que han terminado sus estudios de retórica no saben redactar una
simple carta y cometen faltas de ortografía.
El conocimiento cabal de los elementos esenciales de
la educación debería ser no sólo condición indispensable para ser admitido en
un curso superior, sino la pauta permanente para determinar si se progresa o
no.
En todo aspecto de la educación debe haber fines más
importantes que los que se logran mediante el mero conocimiento técnico. Tómese, por ejemplo, el caso del
lenguaje. Es de mayor importancia la
capacidad de escribir y hablar la lengua propia con facilidad y exactitud, que
aprender idiomas extranjeros, vivos o muertos. Pero ninguna educación lograda por medio del conocimiento de las reglas
gramaticales puede compararse en importancia con el estudio del idioma desde un
punto de vista superior. A este estudio
están ligadas, en extenso grado, la felicidad o la desgracia de la vida. 235
El principal
requisito del lenguaje es que sea puro, bondadoso y veraz: "La expresión
externa de una gracia interior".
Dios dice: "Todo
lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo
amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de
alabanza, en esto pensad". *Fil. 4:8. Y si éstos son los pensamientos,
así será el lenguaje también.
La mejor escuela para la enseñanza del idioma es el
hogar, pero puesto que su obra se descuida con tanta frecuencia, le toca al
maestro ayudar a los alumnos a adquirir buenos hábitos de expresión.
El maestro puede hacer mucho para combatir ese mal
hábito, maldición de la comunidad, el vecindario y el hogar- el hábito de
calumniar, contar chismes y criticar sin misericordia. No se deberían escatimar los esfuerzos con
este fin. Incúlquese en los alumnos la
idea de que este hábito revela falta de cultura, refinamiento y verdadera
bondad de corazón; incapacita a la persona, tanto para la sociedad de los
verdaderamente cultos y refinados de: este mundo, como para la relación con los
santos en el cielo.
Nos horrorizamos al pensar en el caníbal que come con
deleite la carne aún caliente y temblorosa de su víctima, pero, ¿son los
resultados de esta costumbre más terribles que la agonía y la ruina causadas
por el hábito de tergiversar los motivos, manchar la reputación y disecar el
carácter?
Aprendan los niños y también
los jóvenes lo que Dios dice acerca de estas cosas: "La muerte y la vida están en poder de la lengua". *Prov. 18:21.
En la Escritura los calumniadores aparecen junto a los
"aborrecedores de Dios"; los "inventores de males",
con los que son "sin afecto
natural, sin 236 misericordia",
"llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades". Es "juicio de Dios, que los
que practican tales cosas son dignos de muerte". *Rom. 1:30, 31, 29; 32.
Dios considera ciudadano de Sión a aquel que "habla verdad en su corazón";
"el que no calumnia con su
lengua", "ni admite reproche alguno contra su vecino". *Salm. 15:2,3.
La Palabra de Dios condena también el uso de frases
insensatas e interjecciones rayanas en la irreverencia. Condena los cumplidos engañosos, los
subterfugios, las exageraciones, las tergiversaciones empleadas en los
negocios, corrientes también en la vida social y en el mundo comercial.
"Pero
sea vuestra hablar: sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal
procede". *Mt. 5:37. "Como
el que enloquece, y echa llamas y saetas y muerte, tal es el hombre que engaña
a su amigo, y dice: Ciertamente lo hice por broma". *Prov. 26:18,19.
Íntimamente ligada a la chismografía está la
insinuación velada, la disimulada indirecta por medio de la cual el corazón
impuro trata de sugerir el mal que no se atreve a expresar abiertamente. Se debería enseñar a los jóvenes a evitar
todo lo que se parezca a esta mala costumbre, tal como evitarían la lepra.
Tal vez en el uso del lenguaje no haya error que
ancianos y jóvenes estén más dispuestos a justificar que las palabras
apresuradas e impacientes. Creen que es
suficiente excusa decir: "Estaba
desprevenido y realmente no quise decir lo que dije". Pero la Palabra de Dios no trata esto con
ligereza. La Escritura dice: "¿Has visto hombre ligero en sus
palabras? Más esperanza hay del necio
que de él". *Prov. 29:20. "Como ciudad derribada y sin muro es
el hombre cuyo espíritu no tiene rienda". *Prov. 25:28. 237
En un momento, una lengua precipitada, apasionada y
descuidada, puede hacer un daño que el arrepentimiento de toda una vida no
podría deshacer. ¡Cuántos
corazones quebrantados, amigos separados, vidas arruinadas por las palabras
ásperas y apresuradas de los que deberían haber prestado ayuda y consuelo! "Hay hombres cuyas palabras
son como golpes de espada; más la lengua de los sabios es medicina".
*Prov. 12:18.
Una de las
características que se deberían fomentar y cultivar en todo niño es ese olvido
de sí mismo que imparte a la vida una gracia espontánea. De todas las
excelencias del carácter, ésta es una de las más hermosas, y para toda
verdadera vocación es uno de los requisitos más esenciales.
Los niños necesitan aprecio, simpatía, y estímulo, pero se debería evitar que se
desarrolle en ellos el amor a la alabanza. No es prudente prestarles una consideración
especial ni repetir delante de ellos sus agudezas y ocurrencias. El padre o el maestro que tienen presente el
verdadero ideal de carácter y las posibilidades de éxito, no pueden fomentar ni
estimular el engreimiento. No alentarán
en los jóvenes el deseo o el empeño de exhibir su habilidad o su pericia. El que mira más allá de sí, será humilde, y,
sin embargo, poseerá una dignidad que lo capacitará para no sentirse disminuido
ni desconcertado ante el fausto exterior o la grandeza humana.
Las virtudes
que adornan el carácter no se desarrollan por la aplicación de leyes o reglas
arbitrarias, sino como resultado de morar en la atmósfera de lo puro, lo noble
y lo verdadero. Y dondequiera haya pureza de corazón y
nobleza de carácter, se revelarán en la acción y la palabra. "El
que ama la limpieza de corazón, por la gracia de sus labios tendrá la amistad
del rey". *Prov. 22:11. 238
Lo que ocurre con
el lenguaje sucede con cualquier otro motivo de estudio. Debe ser
dirigido de modo que tienda al fortalecimiento y la edificación del
carácter. A ningún ramo de estudio se
puede aplicar esto en tan extenso grado como a la historia. Considéresela desde el punto de vista divino.
Según se la enseña con demasiada frecuencia, la
historia es poco más que un informe acerca de la ascensión y la caída de los
reyes; de las intrigas palaciegas, las victorias y derrotas de ejércitos: Una
historia de la ambición y la avaricia, el engaño, la crueldad y el derramamiento
de sangre. Si se la enseña así,
necesariamente sus resultados serán perjudiciales. La repetición dolorosa de crímenes y
atrocidades, las enormidades y las crueldades descritas, siembran semillas que
en muchas vidas dan como fruto una cosecha de mal.
Mucho mejor es aprender, a la luz de la Palabra de
Dios, las causas que condicionan el surgimiento y la caída de los reinos. El joven debería estudiar estos relatos y
notar cómo en la verdadera prosperidad de las naciones ha tenido que ver la
aceptación de los principios divinos. Debería estudiar la historia de los grandes movimientos de reforma, y
notar cuán a menudo sus principios -aunque despreciados y odiados, y aunque sus
defensores fueron llevados a la cárcel y al cadalso-, han triunfado mediante esos
mismos sacrificios.
Semejante estudio dará perspectivas amplias y
abarcantes a la vida. Ayudará a los
jóvenes a comprender algo de su interrelación y su interdependencia con los
demás, de la forma maravillosa como estamos ligados en la gran fraternidad de
la sociedad y las naciones, y en cuán amplia medida la opresión o degradación
de un miembro significa pérdida para todos.
Al enseñar matemáticas, se lo debiera hacer en forma
práctica. Se debería enseñar a todo
joven y 239 a todo niño no solamente a resolver problemas imaginarios, sino a
llevar cuenta exacta de sus propios ingresos y gastos. Aprenda, usándolo, el debido uso del
dinero.
Enséñese a los niños y niñas a elegir y comprar su ropa,
sus libros y otras cosas, ya sea que los paguen sus padres o ellos mismos con
sus propias ganancias; y si llevan cuenta de sus gastos aprenderán, como no lo
lograrían de otro modo, a valorar y usar el dinero.
Este tipo de educación les enseñará a distinguir la diferencia que existe
entre la verdadera economía y la mezquindad por un lado, y el despilfarro por
el otro.
Debidamente dirigida,
fomentará hábitos de generosidad. Ayudará a los jóvenes a aprender a dar, no por el mero impulso del
momento cuando se conmueven sus sentimientos, sino regular y sistemáticamente.
De este modo, todo ramo de estudio puede llegar a
ayudar en la solución del mayor de los problemas: La educación de hombres y
mujeres para que asuman mejor las responsabilidades de la vida. 240 (La
Educación de Elena G de White)