"Como me envió el Padre así también yo os
envío". Juan 20:21.
A.- LA PREPARACIÓN NECESARIA.
"Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado". 2Tim. 2:15.
EL
PRIMER MAESTRO del niño es la madre. En las manos de ésta se concentra en
gran parte su educación durante el período de mayor sensibilidad y más rápido
desarrollo.
A
ELLA
se da en primer lugar la oportunidad de amoldar su carácter para bien o para
mal. ELLA debería apreciar el valor
de esa oportunidad y, más que cualquier otro maestro, debería estar preparada
para usarla de la mejor manera posible.
SIN EMBARGO, no hay otro ser a cuya educación
se preste tan poca atención. La persona cuya influencia en materia de educación
es más poderosa y abarcante, es la que recibe menos preparación sistemática.
AQUELLOS a quienes se confía el
cuidado del niñito desconocen a
menudo sus necesidades físicas; poco saben de las leyes de la salud o de los
principios relativos al desarrollo.
TAMPOCO están mejor preparados para atender su desenvolvimiento mental y
espiritual. Pueden poseer cualidades
que les permitan actuar bien en los negocios o brillar en sociedad; pueden
haber hecho progresos en la literatura y la ciencia; pero saben poco de la educación de un niño.
Se debe principalmente a
esta falla, en especial al descuido en los comienzos del desarrollo físico, el
hecho de que una gran proporción de los miembros de la especie humana muera en
la infancia, y de que entre los que llegan a la madurez haya tantos para
quienes la vida es una carga. 276
SOBRE LOS PADRES Y LAS MADRES descansa la responsabilidad de la primera
educación del niño, como asimismo de
la ulterior, y por eso ambos padres necesitan urgentemente una preparación
cuidadosa y cabal.
ANTES
de aceptar las responsabilidades de la paternidad y la maternidad, los hombres y
las mujeres deberían familiarizarse con las leyes del desarrollo físico: con la
fisiología y la higiene, con la importancia de las influencias prenatales, con
las leyes que rigen la herencia, la salud, el vestido, el ejercicio y el
tratamiento de las enfermedades; deberían comprender también las leyes del
desarrollo mental y de la educación moral.
EL
SER INFINITO consideró tan importante la obra de la educación, que desde su
trono envió mensajeros para que respondieran la pregunta de una futura madre: "¿Cómo
debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?"*Juec.
13:12, e instruir a un padre en cuanto a la educación de un hijo
prometido.
LA EDUCACIÓN nunca logrará lo que podría y debería
llevar a cabo, hasta que se reconozca plenamente la obra de los padres y éstos reciban una preparación que los
capacite para desempeñar sus sagradas responsabilidades.
SE
ADMITE UNIVERSALMENTE la necesidad de la educación preparatoria del
maestro; pero pocos reconocen el carácter de la preparación más esencial.
El
que aprecia la responsabilidad implícita en la educación de la juventud, se
dará cuenta de que no es suficiente la instrucción literaria y científica.
EL
MAESTRO
debería tener una educación más amplia que la que se obtiene por medio del
estudio de los libros. DEBERÍA poseer
no sólo fuerza, sino amplitud de mente;
no sólo debería ser íntegro de alma, sino de gran corazón.
SÓLO
EL QUE CREÓ LA MENTE y formuló sus leyes puede comprender
perfectamente sus necesidades o 277
dirigir su desarrollo. Los principios de
la educación que él ha dado constituyen la única guía segura. Una cualidad
esencial para todo maestro es el conocimiento de estos principios y que los
haya aceptado de tal manera que sean un poder dominante en su propia vida.
LA EXPERIENCIA en la vida práctica es indispensable.
El orden, la prolijidad, la puntualidad, el dominio propio, el genio alegre, la
invariabilidad de disposición, la abnegación, la integridad y la cortesía, son
cualidades esenciales.
POR
LO MISMO
que hay tanta bajeza, y tanta impostura rodea a los jóvenes, hay una gran
necesidad de que las palabras, el comportamiento y la conducta del maestro
representen lo elevado y lo verdadero. Los niños son perspicaces para descubrir
la afectación o cualquier otra debilidad o defecto.
NO HAY PARA EL MAESTRO otro modo de conquistar el respeto de sus alumnos que el de revelar en su propio carácter los principios que trata de enseñarles.
ÚNICAMENTE al hacerlo, mientras se
relaciona diariamente con ellos, puede ejercer una influencia benéfica y
permanente sobre ellos.
EN
CUANTO a casi todas las demás cualidades que contribuyen a su buen éxito, el maestro
depende en extenso grado del vigor físico. Mientras más buena sea su salud,
mejor será su trabajo.
TAN
CANSADORAS
son sus responsabilidades, que se requiere de su parte un esfuerzo especial
para conservar el vigor y la lozanía. A menudo se siente descorazonado y
mentalmente fatigado, con una tendencia casi irresistible a la depresión, la
indiferencia y la irritabilidad.
NO
SÓLO
tiene el deber de resistir esos estados de ánimo, sino de evitar su causa. Necesita conservar el corazón puro, afable, confiado y
lleno de simpatía. A fin de estar siempre tranquilo, firme y animado, debe
conservar la fuerza mental y nerviosa. 278
PUESTO
que en su tarea la calidad es tanto más importante que la cantidad, debería evitar
el exceso de trabajo, el tratar de hacer demasiadas cosas, el aceptar otras
responsabilidades que lo incapacitan para su obra, y el dedicarse a
entretenimientos y actividades sociales más agotadoras que restauradoras.
EL EJERCICIO AL AIRE LIBRE, especialmente el que se hace al realizar un trabajo útil, es uno de los mejores medios de recreación para el cuerpo y la mente, y el ejemplo del maestro inspirará en sus alumnos interés y respeto por el trabajo manual.
*UNA VIDA DE CONTINUO DESARROLLO. En toda actividad el
maestro debería practicar escrupulosamente los principios relativos a la salud.
No sólo debería hacerlo a causa de la relación que esto tiene con su propia
utilidad, sino también a causa de su influencia sobre los alumnos.
Debería
ser sobrio en todas las cosas: Un ejemplo en el régimen alimentarlo, el
vestido, el trabajo y la recreación.
Con la salud física y
la rectitud de carácter deberían combinarse amplios conocimientos
intelectuales. Cuanto más conocimiento verdadero posea el maestro, mejor hará
su trabajo.
El
aula no es lugar para hacer una obra superficial. Ningún maestro que se
satisfaga con un conocimiento superficial alcanzará un grado elevado de
eficiencia.
Pero
la utilidad del maestro no depende tanto de su caudal de conocimientos
como del nivel que se propone alcanzar.
El
verdadero maestro no se contenta con pensamientos indefinidos, una mente indolente
o una memoria inactiva. Trata constantemente de progresar más y aplicar mejores
métodos. Su vida es de continuo desarrollo.
En la obra de semejante maestro hay una
frescura y un poder vivificante que despierta e inspira a los alumnos.
EL MAESTRO debe ser apto para su trabajo. Debe tener la sabiduría y el tacto necesarios para manejar 279 las mentes. Por grande que sea su conocimiento científico, por excelentes que sean sus cualidades en otros ramos, si no logra conquistar el respeto y la confianza de sus alumnos, sus esfuerzos serán vanos.
SE
NECESITAN MAESTROS PERSPICACES para descubrir y aprovechar toda oportunidad
de hacer bien; maestros que al entusiasmo unan la verdadera dignidad; que sean
capaces de dominar y "aptos para enseñar"; que inspiren pensamientos,
despierten energía e impartan valor y vida.
LAS OPORTUNIDADES DE UN MAESTRO pueden haber sido limitadas, de modo que no haya
logrado acumular, tantos conocimientos como sería de desear; sin embargo, si sabe incursionar en las intimidades de
la naturaleza humana; si siente amor sincero por su trabajo, si aprecia su magnitud y está decidido
a mejorar, si está dispuesto a
trabajar afanosa y perseverantemente,
comprenderá las necesidades de los
alumnos y, mediante su espíritu comprensivo y progresista, despertará en ellos el deseo de seguirlo mientras trata de guiarlos
por el camino ascendente.
LOS
NIÑOS Y JÓVENES que el maestro tiene
a su cargo difieren grandemente unos de otros en carácter, hábitos y educación.
ALGUNOS no tienen
propósito definido ni principios establecidos. Necesitan que se los despierte para que comprendan sus responsabilidades
y posibilidades.
POCOS SON LOS NIÑOS que
han sido debidamente educados en el hogar.
ALGUNOS HAN SIDO LOS MIMADOS DE LA CASA. Toda
su educación ha sido superficial. Por habérseles permitido seguir su
inclinación y evitar las responsabilidades y los quehaceres, carecen de
estabilidad, perseverancia y abnegación.
CONSIDERAN a menudo toda disciplina como una restricción
innecesaria.
OTROS han sido censurados y
desanimados. La restricción arbitraria y la rudeza han desarrollado en ellos la
obstinación y la rebeldía.
SI ESTOS CARACTERES DEFORMADOS han de
ser remodelados, el maestro debe hacer 280 esa obra en la mayoría de los
casos.
A FIN de poder hacerlo con éxito,
necesita poseer la simpatía y la perspicacia que lo habiliten para descubrir la
causa de las faltas y los errores que se manifiestan en sus alumnos.
TAMBIÉN DEBE POSEER EL TACTO, la
habilidad, la paciencia y la firmeza que le permitan prestar a cada uno la
ayuda necesaria; a los vacilantes y amantes de la comodidad, el ánimo y el
auxilio que sean un estímulo para su esfuerzo; a los desalentados, la simpatía
y el aprecio que creen confianza y estimulen el esfuerzo.
*CARACTERÍSTICAS DEL MAESTRO. Con frecuencia los
maestros no tienen bastante trato social con los alumnos. Manifiestan muy poca
simpatía y ternura, y en cambio les sobra la dignidad que caracteriza al juez
severo.
AUNQUE
EL MAESTRO debe ser firme y decidido, no
debería ser exigente ni despótico. Ser rudo y censurador, mantenerse por
encima de los alumnos y tratarlos indiferentemente, equivale a cerrar los
caminos por medio de los cuales podría influir sobre ellos para bien.
EN
NINGUNA CIRCUNSTANCIA debería manifestar parcialidad el maestro. Favorecer
al alumno simpático y atrayente, y asumir una actitud de crítica, impaciencia y
severidad hacia los que más necesitan estímulo y ayuda, indica que se tiene un
concepto totalmente erróneo de la obra del maestro.
El carácter se prueba en el trato con los deficientes e
insoportables; y en eso se conoce si el maestro es realmente apto o no para
desempeñar su puesto.
GRANDE
ES LA RESPONSABILIDAD de los que se encargan de guiar un alma
humana. Los padres sinceros lo consideran como un cargo del cual nunca se
librarán totalmente.
EN
LA VIDA DEL NIÑO, desde el primer día hasta el último, se manifiesta el
poder de ese lazo que lo liga al corazón de los padres; las acciones, las
palabras, hasta la mirada de ellos forman al niño para bien o para mal. 281
EL
MAESTRO COMPARTE ESA RESPONSABILIDAD y necesita percatarse constantemente de
la santidad de ella y mantener en vista el propósito de su trabajo.
NO
SÓLO
ha de desempeñar las tareas diarias para agradar a quienes patrocinan la
escuela y mantener la reputación de ésta; debe considerar el mayor bien de sus
alumnos como individuos, los deberes que la vida les va a imponer, el servicio
que les requerirá y la preparación que les demandará.
LA
OBRA QUE HACE DÍA TRAS DÍA ejercerá sobre sus alumnos -y por medio de
éstos sobre otros-, una influencia que no cesará de extenderse y fortalecerse
hasta el fin del tiempo. EN AQUEL GRAN
DÍA cuando se revisen ante Dios todas las palabras y todos los hechos,
recibirá los frutos de su trabajo.
EL
MAESTRO
que comprenda esto no considerará completa su obra cuando haya terminado la
rutina diaria de las clases y los alumnos no estén por un tiempo bajo su
cuidado directo. Los llevará en su corazón. El objeto constante de su estudio y
su esfuerzo será la forma de asegurar para ellos la norma más elevada que
puedan alcanzar.
*PROMESAS MARAVILLOSAS. El que ve las oportunidades y los
privilegios de su trabajo no permitirá que nada se interponga en el camino del
esfuerzo ferviente por mejorar. No escatimará sacrificios para alcanzar el
dechado más elevado de excelencia. Se esforzará por ser todo lo que desea que
lleguen a ser sus alumnos.
CUANTO más profundo sea el sentido de responsabilidad y más ferviente el esfuerzo del maestro por perfeccionarse, más claramente percibirá y más hondamente lamentará los defectos que le impiden ser más útil.
Al contemplar la magnitud de su obra,
sus dificultades y posibilidades, con frecuencia su corazón exclamará:
"¿Quién es suficiente para estas cosas?" 282
AMADOS
MAESTROS,
cuando consideréis vuestra necesidad de fuerza y dirección, necesidad que
ninguna fuente humana puede suplir, os ruego que penséis en las promesas de
Aquel que es un maravilloso Consejero.
"He
aquí
-dice- he puesto delante de ti una
puerta abierta, la cual nadie podrá cerrar". "Clama a mí, y yo te
responderé". "Te haré
entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis
ojos". Apoc. 3:8; Jer. 33:3; Sal. 32:8. "He aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Mt. 28:20.
COMO LA PREPARACIÓN MÁS ELEVADA para vuestro trabajo os aconsejo las palabras, la vida y los métodos del Príncipe de los maestros. Os ruego que lo consideréis.
Él es vuestro verdadero ideal. Contempladlo, meditad en él, hasta
que el Espíritu del Maestro divino tome posesión de vuestro corazón y vuestra
vida.
"Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen". *2 Cor. 3:18.
Este es el secreto de la influencia que podéis ejercer sobre vuestros alumnos. Reflejad a Cristo. 283
(La Educación de Elena G de White)